martes, 30 de septiembre de 2008

El mundo invisible y la guerra

2. ESCENAS DEL ESPACIO.
VISIONES REALES DE GUERRA Y EPOPEYA
Enero, 1915
Allí están, cerniéndose sobre el inmenso frente de batalla que se extiende desde las orillas de la mar brumosa hasta las crestas de los Vosgos y las llanuras de Alsacia. Están allí los Espíritus de todos aquellos que, a lo largo de los siglos y en la totalidad de los dominios, pero principalmente en el arte militar, han contribuido a hacer ilustre a Francia, a edificar su gloria imperecedera. Prestan apoyo, empujan e inspiran a nuestros soldados y a sus jefes.
Desde hace cuatro meses los combatientes, casi enterrados, ocultos en los repliegues del suelo, en medio de sus alambradas, prosiguen una guerra de trincheras y de ardides en la cual la paciencia se acaba y el coraje se va gastando poco a poco.
Antaño la guerra tenía su trágica belleza, su grandeza. Se luchaba a campo raso, alta la frente y con las banderas desplegadas. Ahora, en cambio, no hay más que trampas, emboscadas, asechanzas. En todo, así en los trabajos de la paz como en los de la guerra, los germanos han desnaturalizado, empequeñecido y rebajado cuanto fuese grande. Alevosía, perfidia y mentira, he ahí sus principios habituales.
Los genios maléficos, los negros Espíritus de crimen y rapiña, los reîtres y los lansquenetes4 de la Edad Media se encuentran entre ellos, ora reencarnados en sus filas, ora invisibles, participando en sus combates. Su triunfo equivaldría a la esclavitud de Europa, al aplastamiento de los débiles, a la expoliación de los vencidos. Sería un retorno de la humanidad a la barbarie.
Los Espíritus ilustres que velan en nuestras líneas han conocido luchas más nobles y generosas. Por eso, tales tácticas y procedimientos los asombran y entristecen. Y en ocasiones, al ver tantos esfuerzos poco menos que infructuosos, son invadidos por la vacilación y la inquietud y se preguntan con angustia cuál será la salida de esta terrible guerra.
¡Cuánta sangre y lágrimas, cuántos jóvenes héroes han caído! ¡Cuántos despojos humanos están yaciendo bajo tierra! Nuestra nación ¿verá aniquilada toda su fuerza, toda su vida?
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4 Reître o rêtre, es palabra francesa derivada del alemán reiter, que significa "caballero". En el medioevo recibían este nombre los caballeros germanos de servicio en Francia. En cuanto a la voz lansquenete, proviene del alemán land, "país o tierra", y knecht, "servidor". En el siglo quince se llamaba así a los soldados germanos mercenarios que servían en otros países, como Francia y España, por ejemplo. [N. del T.]


Pero he aquí que, desde lo alto del espacio infinito, un nuevo Espíritu ha llegado. Al verle, todos se agitan y conmueven. Sin embargo, no es más que una mujer, pero su frente está ceñida por una aureola; el entusiasmo y la fe animan sus facciones. Desde que apareció, un estremecimiento pasa sobre esas legiones de Seres Invisibles, y un nombre va volando de boca en boca: ¡JUANA DE ARCO!
Es la hija de Dios, la Doncella de las batallas... Viene a despertar las energías entumecidas, el coraje debilitado. Desde el principio de la guerra se mantenía a distancia, entre sus hermanas celestiales, en medio de ese grupo de seres graciosos y encantadores, de seres angélicos cuyo mando Dios le había concedido después de su martirio en la Tierra. Su misión consiste en consolar los dolores humanos, en mitigar los padecimientos morales, en cernerse sobre las almas que soportan pruebas.
Pero ha sonado la hora. Ante el relato de los males que se vierten sobre la patria, sobre esta Francia tan querida, por la cual sacrificó su existencia, el corazón de la Virgen lorenesa se ha sentido turbado y un imperioso y ardiente deseo de socorrernos se apoderó de ella. Ha cedido a ese deseo. En el instante de partir, sus hermanas y compañeras del Espacio inclinándose ante aquella a quien veneran, le dicen:
-¡Oraremos por el triunfo de vuestras armas, hija amada de Dios!
Así pues, Juana acude, y en torno a ella se dan prisa los Espíritus heroicos, protectores de Francia, para saludarla y formarle cortejo. Ella, en su sencillez, les expresa:
-Como en pasados siglos, he sentido la necesidad irresistible de unirme a los que están luchando por la salvación de la patria. ¿Me aceptaréis en vuestras filas?
Y todos, en un impulso de entusiasmo, exclaman:
-¡Sed nuestro jefe y marcharemos bajo vuestras órdenes!
***
Asambleas sucesivas se reúnen por encima de nuestras líneas. Los que las integran llevan nombres prestigiosos, que reunidos sintetizan toda la gloria de los siglos, toda la gloria de Francia... Allí está Enrique IV junto a Napoleón; Vercingetórix se encuentra con los capitanes de Carlos VII, los generales de Luís XIV y los de la Revolución: todos los héroes de nuestras luchas de antaño y los libertadores de la patria. Vemos también ahí a muchos jefes ingleses, porque toda enemistad se ha extinguido y no hay en todos esos Espíritus sino un solo pensamiento y un mismo corazón.
Ni uno solo entre ellos deja de profesar a Juana la mayor deferencia. Ninguno se coloca ante ella. Discuten con gravedad los medios de ataque los procedimientos que requiere esta guerra de trincheras. La idea de Dios se cierne sobre esa asamblea, y cuando el Espíritu eminente que la preside
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