miércoles, 4 de febrero de 2009

1- EL HOMBRE ANTE LA VIDA
En el crepúsculo de la civilización, mientras nos encaminamos hacia la alborada de
nuevos milenios, el hombre que ha madurado su capacidad de razonar supera las
fronteras de la inteligencia común, y en su interior despiertan ciertos interrogantes que
encienden su corazón.
¿Quiénes somos?
¿De dónde venimos?
¿Dónde está la estación terminal de nuestros destinos?
En los bordes de la senda que transita se alzan los oscuros restos de los ídolos que ha
adorado y, mientras sensaciones de abatimiento se asoman a su alma enfermiza, el
anhelo de una vida superior sacude lo más profundo de su ser, como un brasero ardiente
de ideal bajo la espesa capa de cenizas del desengaño.
Recurre a la sabiduría y examina el microcosmos en el que sueña.
Reconoce la estrechez del círculo en el que vive.
Observa las minúsculas dimensiones del Hogar Cósmico en el que se desenvuelve.
Descubre que el Sol, fuente de luz de su opaca residencia planetaria, tiene un volumen
1.300.000 veces mayor que el de ella.
Aprende que la Luna, insignificante satélite de su morada, está a más de 380.000
kilómetros del mundo que le sirve de cuna.
Los planetas vecinos evolucionan muy lejos, en el espacio ilimitado.
Entre ellos se destaca Marte, que dista de nosotros unos 56.000.000 de kilómetros en la
época de su mayor aproximación.
Extiende las investigaciones más allá del Sol y analiza otros centros de vida.
Sirio, con su grandeza, lo hace aparecer deslucido.
Polux la imponente estrella de los Gemelos, lo eclipsa en majestad.
Capela es 5.800 veces mayor.
Antares exhibe un volumen superior aún.
Canopus tiene un brillo ochenta veces más intenso que el del Sol.
Fascinado, se da cuenta de que no existe el vacío, que la vida es patrimonio de la gota
de agua, así como también es la esencia de los in conmensurables sistemas siderales. Y
asombrado ante el esplendor del Universo, cuando emprende la difícil tarea de
descubrirse así mismo, el hombre vuelve su pensamiento hacia el suelo al que está
imantado y reclama al amor, para que responda a la soberanía cósmica vibrando dentro
de la misma nota de grandeza, aunque en el ambiente en el que vive, el amor es todavía
como una planta milagrosa en la que están asomando tiernos brotes.
Circunscrito al reducido núcleo consanguíneo al que se adapta, o cuando toma parte en
un equipo de intereses comunes pasajeros en el que provisoriamente se incluye, padece
las zozobras de la envidia, la codicia, el egoísmo, el dolor... No sabe dar si no recibe, no
logra ayudar sin protestar y al mostrarse exigente para con los demás, soporta de parte