miércoles, 4 de febrero de 2009

2- EN EL PLANO CARNAL
Aislado en el estuche maravilloso del cuerpo, el espíritu está reducido en sus
percepciones a los límites que le son necesarios.
La esfera sensorial funciona para él a la manera de una cámara amortiguadora.
Visión, audición, tacto, padecen enormes restricciones.
El cerebro físico es un gabinete en sombras que le proporciona la oportunidad de
sintetizar y volver a aprender.
Los conocimientos adquiridos y los hábitos profundamente arraigados a través de los
siglos yacen allí, bajo la apariencia estática de intuiciones y tendencias.
Fuerzas inexploradas e infinitos recursos duermen en él, a la espera de la palanca de la
voluntad para exteriorizarse rumbo ala conciencia.
En el templo milagroso de la carne, en el que las células son ladrillos vivos que
construyen la forma, nuestra alma permanece provisoriamente encerrada, en olvido
temporal pero no absoluto de su pasado, porque si carga consigo un amplio patrimonio
de experiencia es torturada por indefinibles anhelos de regresar a la espiritualidad
superior, y por eso se demora mientras está en el mundo denso, en singulares y
reiterados desequilibrios.
No obstante, entre las rejas de los sentidos fisiológicos, el espíritu recibe gloriosas
ocasiones de trabajo en la tarea de la propia superación.