viernes, 3 de abril de 2009

COMENTARIO DE MIGUEL (ESPIRITA INTERNACIONAL)

COMENTARIO AL CAPÍTULO 148, “CUIDADO DE SÍ” DEL LIBRO CAMINO, VERDAD Y VIDA DE CHICO XAVIER/EMMANUEL



Tengo que decir que me ha causado desconcierto la lectura de este libro, que personalmente desconocía. He accedido a él desde la lectura del capítulo 145, cuando me incorporé al grupo. La impresión que me ha producido es que una lectura superficial no hace que extraigamos, en verdad, el horizonte de comprensión que se pretende. Como bien expone el autor espiritual en el prólogo, recobra un tinte especial el texto al aislar el versículo del capítulo evangélico al que pertenece. Consideramos que pueda deberse a que apoyándose en los propios textos evangélicos, obtiene el grano que en esencia explica la problemática que aún nos caracteriza a todos aquellos que horadamos el Camino ejemplificado por el Maestro Jesús.

Confiando en que el autor nos muestra la interpretación ajustada a la dádiva del Padre, tratamos de ser aprendices fieles, esforzándonos para conseguir exponer el objetivo del texto, sin pretender por ello abarcar todos los resquicios que posibilita el mismo.

El texto se inspira en el capítulo 4º de la Primera carta del Apóstol Pablo a Timoteo. De dicho pasaje saca, nuestro autor espiritual, el conocimiento que más nos incumbe ante la problemática que nos sigue identificando. Pareciera que nuestra situación actual pasara por la misma que advirtiera el apóstol a su discípulo por aquel entonces: la necesidad de ser modelo de conducta para la sociedad, incluso, para nosotros mismos -por cuanto tendemos a comportarnos de manera diferente cuando estamos a solas- y la de mantenernos siempre fieles a las enseñanzas del Maestro.

Alerta sobre los grupos de desanimados que, a pesar de destacar en posiciones de relevancia en la orientación y el estudio, desvirtúan el trabajo, anatematizando, incluso, a quienes no comparten su trayectoria, tornándose, de esta manera, ejemplos perniciosos y obstaculizando la obra de Dios que progresa más por la fe activa y sincera. Lo que se torna necesario es, pues, preservarse de aquellos que se mantienen en disposiciones contrarias a las que nos indican los preceptos morales de Cristo y nuestra grandiosa Doctrina, que nos alienta en la práctica del bien con total abnegación. El estudiante debe entonces observar enfáticamente sus propios pensamientos y emociones, corrigiendo sus malas tendencias, sus imperfecciones, sus impulsos más bajos, dando paso con su propio esfuerzo a la labor sublime de liberación por la adoración y el trabajo, por la oración y el sacrificio, tornándose a sí aprendiz ferviente de las enseñanzas evangélicas.

Esta actitud nos engrandecerá tanto moral como intelectualmente expandiendo en nosotros la capacidad de renovación y construcción de nuestra arquitectura espiritual. La advertencia encarecida a todo aprendiz pasa por no fragmentar el sentido real de nuestro paso por el Camino de la Verdad y de la Vida, sino de edificar en conjunto y de manera integral para la labor de liberación en el intercambio fraterno, pues de otra manera, nos derivaremos a actitudes y comportamientos desleales e injustos, por cuanto nos aparta de la senda del amor.

Tenemos que hacer un esfuerzo propio para discernir lo que en verdad nos conviene y abrigando la esperanza que todo tiene su lugar en el Camino de progreso, de amor y vida que horadamos, contribuir para una mayor comprensión de los vastos horizontes que nos cabe coronar. De esta forma colaboramos en la expansión del patrimonio de toda la humanidad, que se ocupa intuitivamente en espera de la consecución del establecimiento de las condiciones de mejoramiento para la adquisición de los valores imperecederos anhelados por todo Espíritu.

Apartándose, pues, de la línea de servicio al prójimo se corre el riesgo de enredarse en palabreríos inútiles, superfluos que nos pueden llevar, finalmente, a la pretensión de ser maestros de aquello que proclamamos y que ni nosotros mismos entendemos. La falsa ciencia aleja de la fe, y si queremos destacar sobre las enseñanzas de la fe y de la Doctrina, debemos ser ejemplo de conducta sincera, razonada y razonable, vivificando en nosotros mismos el mensaje de Vida que nos entregó el Maestro Jesús. Un esfuerzo conjunto en la dirección correcta a seguir, cualés la práctica del amor y de abnegación, como hemos dicho, impedirá la amenaza de un nuevo naufragio de la razón en el misticismo formalista que antaño nos ahogó, desvirtuando la realidad del Espíritu.

Nos cabe, pues, vigilar activamente, profundizando los estudios doctrinarios del Espiritismo, para saber sortear a todos aquellos mistificadores que pretenden mantenernos en el error en que ellos mismos se encuentran. Trabajar por nuestro mejoramiento en el intercambio fraterno por amor al prójimo es trabajar por nuestra liberación, por nuestro perfeccionamiento y el de nuestros hermanos. El hilo de Ariadna, que nos salvaguarda de perdernos en los múltiples accesos de la oscuridad que avecina nuestro mundo, lo tenemos en la toma de conciencia del arquetipo cargado de futuro que es nuestra amada Doctrina Espírita y que nos preserva del misticismo oscurantista. Ella nos indica el derrotero seguro a seguir y, a la vez, nos infunde del coraje necesario para vivenciar en nuestras propias vidas, el mensaje de Verdad y Vida imperecedera al que estamos llamados desde nuestra creación.

Sin embargo, hoy en día, todavía nos mantenemos en la posición contraria: la de condenar todo tipo de emprendimiento que no esté conforme a nuestras miras o propósitos, manteniéndonos, así, en el abismo del error e induciendo a los demás a éste. Esto puede darse, quizá, al pensar que nuestro progreso pasa, exclusivamente, por el desarrollo intelectual, demorándonos del ámbito moral que, verdaderamente, nos catapulta para un progreso mayor. Nuestro énfasis debe estar puesto en nuestra transformación moral, pues es la puerta que nos permite franquear las dificultades terrestres que nos mantienen enraizados en la ignorancia de la que creemos estar a salvo, por dedicarnos a la tarea de instrucción. Para alcanzar el verdadero conocimiento, la sabiduría del Espíritu, debe revelarse el amor evidenciado por Jesús. Si no hay amor no hay esperanza de salvación, pues es el sentimiento de amor el que nos habilita para poder adentrarnos en la comprensión de un mundo mayor con verdadera sabiduría y humildad.